Puede que hayas escuchado el término en un reportaje de la televisión sobre el impacto de la actividad humana en el medio ambiente, o quizás en una revista especializada. El envase activo es un tipo de packaging que ha llegado con fuerza y que además tiene ganas de quedarse gracias a todas las prestaciones que presenta y al tremendo campo de desarrollo que todavía tiene.
El envase activo tiene como objetivo principal mejorar preservar la calidad del alimento envasado y mejorar la seguridad alimentaria, alargando de esta manera su vida útil, con los beneficios que esto supone tanto para el fabricante como para el establecimiento que lo comercializa y por supuesto, para el consumidor. De hecho, el envase activo se ha convertido en una de las soluciones más eficientes en este campo.
De esta manera, la industria alimentacia mejora la calidad y la conservación del producto encontrando la solución idónea a las deficiencias que presentaban los envases tradicionales de productos frescos, con problemas de oxidación, humedad, olores… a la par que permite una distribución geográfica más amplia.
Para preservar la calidad del alimento, los envases activos suelen llevar un agente activo que permite alargar la vida útil del alimento envasado, bien sea a través de sustancias con capacidad antimicrobiana, reguladores de humedad, absorventes de sabores y de olores, antioxidantes, sistemas que actúan sobre la temperatura… Cada alimento y cada fabricante requiere un sistema especial y adaptado a las necesidades de su producto.
Gracias a este tipo de envases, los fabricantes han podido dar respuesta a las demandas de los consumidores, que cada día vuelven su mirada más hacia productos frescos y saludables, sin apenas procesado, y que además, tengan un packaging que permite una compra y un transporte seguro, y que sean fáciles de preparar una vez que los tengan en su hogar.