No es ningún secreto, para vencer primero hay que convencer. En packaging las emociones son fundamentales, si bien ante igualdad de condiciones de dos productos, será su envoltorio el que marque la diferencia. Una simple mirada. Unos instantes entre las manos. Puro instinto: es el packaging emocional en plena acción.
Las tres premisas del packaging
No es ningún secreto que un packaging exitoso debe cumplir tres premisas: ser capaz de diferenciarse de la competencia, que transmita los valores de la marca y cómo no, que cumpla la función de salvaguardar el producto que alberga en su interior en condiciones óptimas.
Cuando la decisión se toma en cuestión de segundos, queda claro que lo peor que puede despertar el packaging es indiferencia. ¿Por qué? Básicamente porque se deben aumentar las ventas gracias al packaging.
Así, en el packaging se intenta desafiar al potencial cliente con ilusión, sorpresa, diversión, ternura, excitación, esperanza, pasión… En algunos sectores son especialmente expertos en lograr un packaging que transmite emociones, como el packaging de juguetes. Y es que al margen de los deseos iniciales, los niños siempre están abiertos a un inesperado cambio de planes.
Está claro que se trata de un packaging muy cuidado que sigue una estrategia precisa para atraer a determinados perfiles de edad, como los niños. Pero no son los únicos: no cuesta demasiado dar con otros targets como son los adolescentes, las mujeres de mediana edad, los hombres jóvenes, personas de clase media, etc.
Y para ello, qué mejor que la observación y el análisis de este sector poblacional para descubrir sus intereses, para saber qué les agita por dentro, qué les motiva, qué les mueve. Es la única forma de poder plasmarlo en el packaging. Todo un arte que se conoce como neuromarketing.
Despertar emociones no es fácil. Déjanos asombrarnos con un packaging que sorprenda a tus potenciales clientes.