En muchísimas etiquetas – especialmente de textil y de alimentación – es frecuente encontrar el reclamo de «Hecho a mano», «Fabricado a mano» o incluso «pelado a mano». En todo caso, una llamada de atención al potencial consumidor sobre la pericia del factor humano por encima de las máquinas. Y es que después de todo no hay nada como unas manos y unos ojos para discernir lo que es bueno de lo que no y tratar cada producto de forma personalizada, con mimo. Como bien sabes, el trato personalizado y especial es un añadido en cualquier industria.
Ahora bien, el factor humano también es el responsable de muchos errores y fallos, sirva como ejemplo que constituye la principal causa de accidentes de tráfico. Los humanos somos capaces de lo mejor, pero también tenemos despistes. Además dentro de nuestra propia esencia se encuentra que no siempre podamos dar lo mejor: es impensable que una persona esté 8 horas seguidas sin descanso ofreciendo el mismo rendimiento. Y por mucho que pueda entrenarse, no está a la altura de cualquiera alcanzar la precisión de un cirujano.
Para eso están las máquinas, que además de exactitud, mediante la automatización reducen tiempos y costes. Por no hablar de los avances de la tecnología y la informática, que han creado el machine Learning: máquinas capaces de ser entrenadas para aprender y perfeccionarse, capaces de anticiparse a deseos de las personas. Aunque todavía es muy pronto, estas herramientas con inteligencia artificial podrán incluso llegar a sustituir a las personas en ciertos empleos.
Como en la mayoría de aspectos de la vida, en el equilibrio está el secreto de todo. Precisamente por eso creemos en combinar lo mejor de nosotros mismos, nuestra experiencia, saber hacer y trato con el cliente; con los avances y la tecnología para seguir ofreciendo servicios personalizados, pero también rápidos y competitivos. Solo así es posible competir en el mercado del packaging en particular y en la industria en general.