El mundo del packaging es apasionante por la rápida aplicación de las tecnologías e innovaciones que se desarrollan en otros ámbitos, como puede ser el diseño, la mecánica o la ingeniería de materiales. Además, sus consecuencias se hacen notar a todos los niveles, llegando a los consumidores en un lapso muy corto de tiempo. Un ejemplo aplicado al packaging de farmacia es que en muy poco tiempo los envases farmacéuticos han reducido su peso.
Una cuestión que tiene su origen en el empleo de materiales más ligeros, pero también en la optimización de materiales, algo que es posible mediante nuevos diseños, de modo que reduzcamos el uso de recursos y, como consecuencia, una optimización del proceso de fabricación más inteligente y sostenible. Estos procedimientos se traducen en importantes ventajas para estos envases de farmacia.
Gracias a un envase de farmacia más ligero, es posible aumentar el número de elementos que se transportan y trasladan, lo que permite que la logística sea capaz de gestionar y trasladar más por menos. O lo que es lo mismo, que aporta beneficios en cuestiones de transporte y distribución. De este modo, un envase farmacéutico con menos peso también repercute en cuestiones como el almacenamiento.
Los usuarios también se ven beneficiados cuando los envases farmacéuticos reducen su peso porque un packaging ligero es lógicamente, más manejable. De modo que podamos trasladarlo, almacenarlo y manipularlo con menor esfuerzo. Y la comodidad es un factor importante tanto en el packaging farmacéutico como en el packaging de consumo en general.
Finalmente, también sale beneficiado el medio ambiente. Ya hemos visto más arriba algunas implicaciones eco durante el proceso de fabricación, pero también en el reciclado porque un envase más ligero es más manipulable para llevarlo al contenedor, almacenarlo y trasladarlo a los pertinentes centros de reciclado.