Vivimos tiempos duros para la salud y la economía a causa de la COVID-19. No obstante, cada día que pasa es un día menos y ya vamos viendo, aunque con prudencia, brotes verdes. Extremando las precauciones, la industria va reactivando poco a poco la actividad y los comercios abren sus puertas. Conforme las semanas pasan, vamos retomando una normalidad que acabará con la vuelta de nuestra rutina. Y una de las actividades que volverán, tarde o temprano, son las ferias. Primero, por su incuestionable labor profesional, pero también por el aporte económico que suponen.
De acuerdo con la Asociación Española de Ferias, esta inyección económica supone 5.000 millones de euros anuales gracias a su labor de puesta en común, formación, networking y marketing, constituyendo un punto de encuentro esencial entre fabricantes, proveedores, clientes, logística, publicidad y cualquier empresa relacionada con el sector. Las ferias profesiones actúan como coste de oportunidad, posibilitando un escenario muy propicio para llegar a acuerdos económicos y que la innovación corra como la pólvora.
El COVID-19 ha supuesto la no celebración de unas 100 ferias durante la primera parte de 2020 y previsiblemente seguirá haciéndolo algún tiempo más. Afortunadamente, su capacidad de reacción es alta, haciendo posible que, si bien no se han celebrado estos eventos de carácter profesional, se han cedido espacios, recursos e infraestructuras al servicio de la comunidad cuando más se necesitaba.
Cuando esta crisis termine, las ferias profesionales volverán a su sitio merecido espacio estratégico en la industria, y lo harán con más fuerza y con una experiencia que les hará estar preparados para afrontar nuevos escenarios y retos para los negocios, la comunicación, la innovación y la puesta en común. Porque de todo se aprende, en este caso, a desarrollar estos espacios en nuevos lugares, pero también a diversificar la actividad. Ya falta menos.