En la situación de crisis que económica que hemos vivido desde el 2008, muchas empresas han recortado gastos y han reconsiderado la inversión en innovación o en marketing, produciéndose un encedido debate sobre si determinadas actuaciones debían considerarse un gasto, o una inversión de futuro a recuperar con las ventas. En este sentido, el mundo del packaging no se ha escapado de este debate sobre si el packaging de calidad es un gasto, o si aporta valor al producto.
Cuando un producto quiere diferenciarse de la competencia y enviar un mensaje de calidad, el packaging es un elemento fundamental para llegar al consumidor y conseguir transmitirle la filosofía y la imagen de marca. Pero es evidente que para realizar un packaging de calidad que sea capaz de conectar con el cliente y que traslade la imagen de marca. Una inversión que encarece el coste del packaging, pero que a la par, aporta valor al producto de cara a diferenciarlo de la competencia.
Una diferencia especialmente importante sobre todo teniendo en cuenta que el consumidor toma la decisión de compra en apenas unos segundos cuando se encuentra en el lineal del supermercado, y un packaging diferente y llamativo puede ser el empujón final para que el producto acabe en el carrito de la compra.
De esta manera, el diseño del pakaging de cada producto adquiere un protagonismo visual aportando valor añadido y reforzando la imagen del marca ante el consumidor para diferenciarlo de la competencia existente en las estanterías del super. Un protagonismo visual que también tiene su importancia si tenemos en cuenta que cada vez más consumidores suben fotografías de los productos que han comprado a las redes sociales, convirtiéndose en un fantástico escaparate para llegar a nuevos posibles clientes.