En el mundo del packaging hay mucho más que el etiquetado y el envasado. Y es que el proceso en el que una materia prima pasa a un producto elaborado y de allí hasta el lineal del supermercado es largo y en él interviene maquinaria encargada de garantizar la conservación y la seguridad, así como de proporcionar información a los consumidores sobre estos datos. Hablamos de las codificadoras.
Pero empecemos por el principio: ¿Qué es y para qué sirve una codificadora? Una codificadora es un tipo de máquina empleada para codificar y/o marcar datos variables, como pueden ser la fecha de caducidad, el número de lote, logotipos o códigos de barras, entre otros, información que solemos encontrar dispuesta en el envasado, pero también en cajas o palets. La labor de codificado es esencial, ya que se trata fijar datos variables que aseguran al fabricante y consumidor una trazabilidad adecuada y óptima.
Las codificadoras se clasifican en función de la tecnología empleada, algo que repercute en sus características, tamaño, área de aplicación y presupuesto. En este sentido nos encontramos con codificadoras inkjet, láser, de termotransferencia y de inyección térmica de tinta. Finalmente también se encuentran las etiquetadoras automáticas.
Las codificadoras inkjet gozan de gran popularidad por sus ventajas en las líneas de producción. Y es que la impresión y marcaje por chorro de tinta es compatible con todo tipo de materiales, superficies y sectores, siendo capaces de funcionar a altas velocidades obteniendo una alta calidad de impresión. Como además se pueden usar diferentes tipos de tintas, la versatilidad es otra de sus bazas.
Así, podremos emplearlas en superficies, regulares, irregulares, planas, curvas…lo que abre las puertas a su empleo en productos de papel, plásticos, metales, vidrios… como es el caso de latas de refrescos, botellas, envases químicos, botes, cosmética y productos farmacéuticos, envases pequeños e incluso cableado.